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Viaje al Sur. Juan Marse. Fotografías de Albert Ripoll. Lumen. 2020

OMAU - Málaga

Cultura


Viaje al Sur. Juan Marse. Fotografías de Albert Ripoll. Lumen. 2020

El rescate del libro perdido de Juan Marsé es posiblemente el acontecimiento literario de 2020 ya que muestra su enorme capacidad para relatar su viaje a Andalucía y de describir un duro retrato social de miseria y hacinamiento de una población retratada en las fotografías de Albert Ripoll.

Ruedo Ibérico la editorial antifranquista con sede en París le contrato en 1962 un libro que debía ser una mezcla de narración de viajes y foto reportaje. En otoño de ese año recorrieron una parte de Andalucía Marsé, su amigo Antonio Pérez y el fotógrafo Albert Ripoll. En 1963 Marsé entrego el texto original a José Martínez de Ruedo Ibérico. Por una serie de circunstancias nunca aclaradas del todo el libro y las fotografías nunca se publicaron, aunque una parte de las fotografías si fueron conocidas en exposiciones de Ripoll.

En investigaciones realizadas avanzado ya este siglo se encontraron partes del borrador de Marsé que se concretaría en el libro perdido. Cuando se estaba trabajando en ese borrador para darle forma y editarlo por Lumen, apareció en el Instituto Internacional de Historia Social de Amsterdam, que había adquirido el archivo de Ruedo Ibérico a la muerte de Martínez, el manuscrito original completo.

De milagrosa puede considerarse esta gran noticia que nos ha permitido conocer este esplendido libro que esbozaba algunas cuestiones que luego se plasmarían en “Ultimas tardes con Teresa”. Como señala Andreu Jaume en una extensa introducción “los lectores de Marsé reconocerán de inmediato en Viaje al Sur sus principales rasgos estilísticos; por ejemplo el virtuosismo descriptivo, la adjetivación siempre precisa y labrada, la especial lentitud de su tempo narrativo y la curiosa relación, a la vez cercana y distante, que suele mantener con su objeto de atención, pero también la nota sarcástica, así como su particular sentido del humor y esa fenomenal capacidad de construir personajes, que aquí vemos surgir limpios a partir de la observación minuciosa de la cruda realidad”.

Aunque el viaje se inicia en Sevilla, básicamente se realiza por las ciudades y pueblos costeros desde Cádiz a Málaga. Aunque en otoño ya esta terminando la temporada turística que empieza a sacar a España del largo periodo autárquico, el grupo de Marsé contempla el crecimiento de nuevos edificios de hoteles y apartamentos a lo largo de la costa. Contraste de una nueva actividad económica que seria el sostén económico hasta la actualidad, y de unas formas de vida todavía vinculadas a la miseria del campo andaluz.

Jerez de la Frontera, San Lucar de Barrameda y el Puerto de Santamaría donde conoce, además de las grandes bodegas, a pelmazos poetas vinateros reconocidos solo por su posición de elite social. O las juergas, vino y cachondeo que organiza la aristocracia local.

En Rota describe la sociedad dual española y americana, y la mirada servil de la primera al supuesto referente civilizatorio de la segunda.

Cádiz, Tarifa, Chiclana de la Frontera, el bello Vejar de la Frontera y Bárbate de Franco donde contempla en el Zapal un extenso barrio de chabolas donde viven 3.500 personas y que califica como un “amontonamiento dantesco de maderos y hojalata” en uno de “los espectáculos más miserables de chabolismo andaluz que hemos visto jamás”.

Al llegar a Algeciras Marse la considera como muchas otras personas años después como “la ciudad más fea de cuantas hemos visitado”.
En Ronda es uno de los lugares donde mejor se siente, epicentro de trabajadores que van a trabajar a las incipientes obras de la Costa del Sol, de otros que trabajan duramente en el campo y también de aquellos que se van al norte de España, a Alemania o a Bélgica. En Ronda conoce a El Chato y sus amigos de adolescentes fumadores empedernidos y con voz aguardentosa. Otra adolescente Ana María, apadrinada por una familia francesa que le paga los estudios, sueña con salir del pueblo y de los cuchicheos continuos de su forma de ser independiente.

A Marse le admira como los domingos la gente se viste con lo mejor que tiene y pasea todo el día por la calle mayor, arriba y abajo, hasta que al caer la noche solo se escuchan tristes cantes en las tabernas, pese a los carteles que señalan la prohibición de cantar, “todos los cantes tienen la misma contante temática de anhelos: la mujer, el dinero y algo remoto y oscuro que se refiere vagamente al elocuente silencio de Dios”.

En Marbella ya se introduce en el ambiente turístico similar a Sitges o Mallorca, “risas nórdicas, de piel dorada, de amorosas y divertidísimas ancianas inglesas de frágiles hombros despellejados, una cotidiana nausea de ojos azules, de senos de fresa, de labios y muslos con sabor a mar y de espaldas de oro con un dulce olor a crema para la playa”.

Ya vislumbra las grandes inversiones extranjeras en la Costa del Sol “ofician, compran, venden, arriendan, alquilan, traspasan, contratan. Adoctrinan. Nos integran”.

A través de Fuengirola llega a Málaga donde señala que luce un sol esplendido y hace calor, “enseguida nos damos cuenta de que Málaga es una de esas ciudades entrañables, uno no sabe exactamente por qué”. Lo primero que describe es un descampao a la entrada de El Perchel. “El niño de pedrada certera, de la mano tendida, del escupitajo y la patada al aire se cría también aquí”.

De los “decorados de pobreza” se pasea por la Alameda, y al anochecer resalta las personas elegantes de Málaga sentadas en la cafetería Solymar, o más adelante en calle Larios en el Circulo Mercantil donde desarrollan “extrañas y curiosas obras de beneficencia”.

En Torremolinos tiene ocasión de conocer el comienzo del turismo de masas. En 1962 es el epicentro más conocido del turismo y Marsé se da cuenta de ello recorriendo el Pez Espada, el Skoch-Club, El Piyayo o el inefable Pedro’s. “Nos hallamos en la medula del dulce escandalo. Torremolinos es la nota más aguda y estridente de ese largo y alucinante grito compuesto de miles de exquisitas voces que es la Costa del Sol”.

Menciona a propósito del alto nivel económico de los visitantes del Torremolinos de la época el comentario que le hizo Scott Fitzgerald a Hemingway: “los ricos son distintos a nosotros”. El americano le contesto: “si, tienen más dinero”. Pero para Marsé es una contestación que aclara bien poco. “El autor del Gran Gatsby comprendio que esta distinción está hecha de una materia más densa y compleja de lo que parece a simple vista, capto algo hondo y soterrado, una corriente secreta que les une, que les identifica, que les hace vibrar como si tuviesen la suerte de vivir una segunda vida”.

Volviendo al principio del viaje, en Jerez, vale la pena rescatar un largo párrafo que el que describe de manera preciosa el estado de animo de una población que quiere huir de una miseria enquistada y permanente: “Se le puede ver a ciertas horas del día, en medio del sol y el estallido de luz blanca, de pie sobre la acera, indeciso, aturdido como por un golpe, bajo el ala del viejo sombrero, hundido hasta las cejas, el rostro terroso de pómulos salientes y duros como un estigma y los ojos líquidos de campesino, o los broncos de mecánico, o los del peón caminero que reflejan desoladas lejanías, o los definitivamente abatidos, velados, domesticados, avasallados ojos del joven oficinista sin porvenir y del funcionario ostentosamente pulcro, y también los que no reflejan nada porque están vacíos pero que, a veces, en un segundo, antes que la fatiga y este sol empujen sus párpados agrietados hacia abajo, traslucen visiblemente todos ellos el mismo desengaño y la misma decepción que resulta no solo del pasado, sino también del futuro que se les viene encima, la inquietud, la desconfianza, el asco por la larga e interminable lucha que finalmente no ha servido para nada y que tal vez no servirá nunca para nada, ni en Alemania ni en Australia ni en Bélgica ni en la mismísima América de aquellos altos y opulentos rascacielos; porque nada es ya lo mismo, porque algunos no tienen ya veinte años sino treinta y tantos, porque ahora hay un niño o varios agarrados a sus pantalones y porque aquel secreto anhelo por emigrar ha muerto hace tiempo. Se le puede ver frente al 4 del paseo de Rosales y en todas las delegaciones provinciales de Trabajo de Andalucía, de toda España, haciéndose mil preguntas, la nariz pegada a unos papeles impresos intentando descifrar algún maldito embrollo en aquella maldita escritura, con un resto de esperanza, la más vieja y trasegada, ya irreconocible, que nació con ellos y que ya estaba en el vientre de sus madres antes que ellos nacieran, la más dañina, vergonzosa, apolítica y triste de las esperanzas: buscarse la vida en otra ciudad, en otro país”.
Libro excelente de un joven Marsé acido y duro en su narrativa de una Andalucía en una época sin mucha esperanza. M4

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