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Josep Fontana, Capitalismo y Democracia 1756-1848, como empezó todo. Critica. 2019

OMAU - Málaga

Cultura


Josep Fontana, Capitalismo y Democracia 1756-1848, como empezó todo. Critica. 2019

El ser humano tiene la costumbre de pensar que su forma de vida actual es similar a la que vivió hace años, o la que vivieron sus padres o ancestros. Se tiende a pensar como algo natural el sistema socioeconómico cotidiano, aunque no hace más de 20 años los impuestos fueran considerablemente más elevados, o muchas calles que actualmente son peatonales en la época señalada están saturadas de vehículos.

La memoria es frágil, y la tendencia a vivir casi en exclusiva el tiempo presente, deja pocas oportunidades a la reflexión y al recuerdo.

Cuando surge la oportunidad de poder votar en unas elecciones, pese al cansancio o hastío que pueda suponer tener que elegir algo que ha menudo es frustrante, ejercemos según nos dicen con insistencia un derecho que ciertamente no siempre ha sido posible.

Las dictaduras son una evidencia de la negación del sufragio universal, pero este no ha existido hasta después de la gran guerra, o más bien como consecuencia de ella, y solo en los países occidentales.

Hasta bien estrado el siglo XX el sistema electoral dominante era el censal, en el que tenían capacidad de votar un numero muy pequeño de ciudadanos, aquellos que tenían unos niveles determinados de renta o riquezas. De esta manera el censo estaba elaborado por ejemplo en la Francia de 1930 por las personas que pagaban un determinado impuesto sobre la propiedad.

Este sistema censal era bastante común en Europa occidental y en las Américas, identificándose derecho al voto, es decir a intervenir en las decisiones de un estado, con ciertos niveles de la propiedad que habitualmente no superaban el 3-4% de la población.

Incluso en la asamblea constituyente de la revolución francesa en 1789 sólo podían votar los hombres mayores de 25 años y que pagasen impuestos, es decir aquellos que tenían unos ciertos niveles de renta o patrimonio.

En Inglaterra, la reforma electoral de 1932 ampliaba el derecho a voto según niveles de riqueza de medio millón de personas a algo mas de ochocientas mil lo que suponía un 5% de la población británica. Sin embargo esta reforma (denominada Greta reforma act) fue importante al anular los distritos electorales prácticamente sin población ( rotten boroughs) donde el propietario del territorio había tenido asegurado un escaño.

Por los mismos años en Francia, la ley de 1831 posibilitaba votar a los que pagaban un mínimo de 2.000 francos de impuestos sobre la propiedad, lo que suponía una población de unas 250.000 personas sobre un total de 35 millones de franceses.

En la revolución de 1848 se posibilito por primera vez la votación universal, pero el desconocimiento, el conservadurismo rural o el miedo atávico, hizo que excepto en Paris, la mayor parte de los diputados elegidos fueran conservadores. Pocos años después de derogo el sufragio universal y se restauro el sufragio censal.

Marx en el 18 Brumario comenta sombríamente la oportunidad perdida por la población que viviendo de forma precaria en su gran mayoría no fue capaz de votar por propuestas de cambio y dio su voto a quien precisamente les explotaban de forma habitual: “los hombres hacen su propia historia, pero no la hacen a su libre arbitrio, bajo circunstancias elegidas por ellos mismos, sino bajo aquellas circunstancias con que se encuentran directamente, que existen y les han sido legadas por el pasado. La tradición de todas las generaciones muertas oprime como una pesadilla el cerebro de los vivos”

El nacimiento y desarrollo del capitalismo desde finales el siglo XVIII a partir de la abolición de las propiedades comunales primero en Inglaterra (encause act) y después en la mayoría de los países de Europa occidental va ir facilitando a la incipiente revolución industrial de una nueva mano de obra que expulsada del mundo rural se traslada a las ciudades.

La preservación del derecho al voto a la minoría propietaria era uno de los pilares del poder terrateniente que con el mercantilismo y el capitalismo es compartido por la burguesía emergente. Evidentemente no había ningún interés por parte de la cúpula gobernante en compartir el poder de decisión con la inmensa mayoría no propietaria, ya que sus intereses no podían ser más dispares.

Sin embargo, como se vio en 1948, no había un peligro evidente, en contra de lo que pudiese parecer al establecer el sistema de voto universal. La ideología dominante, la presión del propietario que puede generar o no trabajo, y la colaboración de la Iglesia, podían equilibrar las diferencias numéricas tan evidentes de clases.

Esta situación la conoceremos con frecuencia a durante el siglo XX y XXI, donde la cultura dominante y los medios de comunicación, lo que Walter Benjamin denominaba el fetichismo del mercado, equilibran las fuerzas de los grandes propietarios y del resto de la sociedad.

En la Alemania de finales del siglo XIX también se mantenían voto era ponderado en función del nivel de riqueza de los propietarios. De esta manera Krupp llego a tener cerca del 30% de los derechos de voto.

La descomposición de los imperios coloniales fruto de su enfrentamiento en la gran guerra, y el miedo a la involución revolucionaria posibilito la elección universal primero a los hombres y a partir de los años treinta a las mujeres, pero los propietarios supieron mantener las riendas del poder no solo a través de su ideología dominante, sino a través de los sistemas electorales.

En la España de principios del siglo XX había una gran sobrerepresentación de los diputados agrarios de Castilla y Andalucía sobre los elegidos en la Cataluña industrial, y una gran presión sobre los campesinos sobre quien votar, al margen de una corrupción y fraude generalizado en el recuento de votos.

En la Francia donde después de ganar Mitterrand la presidencia y las legislativas en 1981 cambio para 1986 el sistema electoral de mayoritario a proporcional. Hasta entonces, mientras 200.000 votantes de la periferia parisina elegían un diputado normalmente socialista o comunista, en el 3º o 4º distrito de Paris elegían un diputado, habitualmente conservador de la RPR y UDP con la cuarta parte de los votos. De hecho, los candidatos de izquierdas tuvieron que obtener un 12% más de votos que la derecha en 1981 para grabar las elecciones.

Curiosamente en 1986 con el sistema proporcional, y también con una importante decepción del votante de izquierdas por la política desarrollada, gano la derecha con Chirac y se inicio la conocida cohabitación con Miterrand.

En otros lugares como Estados Unidos o algunos países de Sudamérica, para poder votar es necesario estar censado en un colegio electoral o superar una prueba de alfabetización, lo que evidentemente de población más precarias y ajenas al sistema.

Ya no existe teóricamente en Europa occidental una preponderancia del voto vinculado a la (gran) propiedad, pero es una evidencia que los grupos mediáticos y de prensa se decantan permanentemente por los partidos conservadores, ya sea en el Reino Unido o en España como hemos podido comprobar recientemente.

Por otra parte, la cultura dominante también se expresa en el interés que suponen unas elecciones. Conocemos actualmente los datos desagregados de los votos por distritos electorales, y por ejemplo en Málaga los ámbitos de mayor participación electoral, superior al 80% de Caleta-Limonar coinciden con las zonas de hegemonía absoluta de los partidos de la derecha. Estos ámbitos son también donde el nivel de renta y riqueza es el más elevado de la ciudad.

Es evidente que el alto porcentaje de participación conlleva un interés en intervenir en las elecciones para defender sus legítimos intereses.

De forma contraria se produce una extrema coincidencia entre los barrios de menor renta y menor nivel de participación electoral (habitualmente con mayoría de votantes de izquierda), con casos extremos donde el nivel de votación no supera el 30%. Visto desde una perspectiva histórica no lejana, esta población puede pensar que votar o no votar no les va a cambiar su condición social y económica. Y razón no les falta. M4.

Interesante también el comentario de Daniel Raventos en Sin Permiso

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