Esta web utiliza cookies propias y de terceros para recopilar información que ayuda a optimizar la visita, aunque en ningún caso se utilizan para recoger información de carácter personal.

Política de cookies

En defensa del fervor. Adam Zagajerwski. Acantilado. Barcelona. 2016

OMAU - Málaga

Cultura


En defensa del fervor. Adam Zagajerwski. Acantilado. Barcelona. 2016

La reedición de una serie de escritos del poeta y ensayista nacido en la Polonia que ahora es Ucrania, permite recorrer con sosiego, algo nada habitual, los significados de conceptos como el fervor o lo sublime, tanto en el significado que les otorga Zagajerwski como en el de las múltiples referencias literarias a las que hace referencia. Esa diversidad se agradece porque abre puertas a otros significados que a modo de ventanas conduce a las miradas de otros escritores, científicos o aventureros. Frente a la escasa consideración que se da a la palabra “sublime”, Zagajerwski considera el carácter cotidiano de su significado, de una realidad cercana que tiene en el excelente libro de Todorov sobre la pintura holandesa del siglo XVII, que refleja escenas habituales de la vida cotidiana. Como señalaba André Malraux “lo que Holanda invento no fue como colocar un pescado en un plato, sino que ese plato de pescado dejara de ser la comida de los apóstoles”. La pintura holandesa es también reflejo de la naturalidad, de la tolerancia y de la diversidad cultural. Una madre dando de mamar a su hijo no tiene porque ser la Virgen María y el niño Jesús.

Lejos de grandilocuencias típicas de D’Annunzio, del Hollywood fabrica de sueños, o del siniestro Politburó. Aunque Zagajerwski, vivió también en Berlín, París, y ahora en Estados Unidos, su visión, nunca directa quizá por redundante, de la vida cotidiana en el este europeo durante el periodo soviético es desoladora. Da la impresión que no somos capaces, aún habiéndolo conocido como viajero, el significado que tuvo para las personas que tuvieron que soportarlo, y de ahí se desprende la mirada reacia a los relacionado con el socialismo, donde no se diferencia estilos o matices. Incluso se hace eco de algunas dudas de Simone Veil sobre el carácter real de la España republicana durante la guerra civil, situación extraña en un intelectual occidental, más aún en referencia al hito que supuso el conflicto español en la Europa progresista. Que nivel de hartazgo o de conocimiento de ese mundo debía tener para adoptar un recelo permanente.

La convivencia real en una determinada sociedad o en un lugar determinado es difícil asimilarlo sino lo vives directamente. De ello se hacía también reflejo Robert Graves en la forma poética de observar la lucha en las trincheras de la gran guerra para quien no las había pisado todavía, frente a la melancolía y el dolor que él había experimentado. Quizá en ello se identifica el poeta polaco. También se aprecia esa sensación en su apreciación de Nietzsche, al que con dificultad pudo leer antes de vivir en Occidente, ya que el filosofo alemán estaba considerado en Europa del Este como el precursor filosófico del nazismo. En ese sentido Zagajerwski valora al joven Nietzsche, pero duda del valor de sus aportaciones maduras, de las que posiblemente le hubiese gustado que nunca fueran escritas. Y si considera, así lo afirma, que existe una vinculación intelectual entre el filósofo alemán y el fascismo, cuestión que en Europa Occidental difícilmente se puede encontrar en un ambiente cultural.

Este recelo también se hace patente en el recuerdo de una historia que en principio nos podría haber pasado desapercibida o por lo menos sin las dudas que siembra en Zagajerwski. Se trata del encuentro que narra Ludwig Curtius en “Encuentro junto al Apolo de Belvedere”, donde un soldado de la Wehrmacht superviviente de la guerra le describe sus terribles experiencias en diversos frentes a lo largo de tres días, antes de partir a una nueva vida en Argentina. Estas narraciones que Curtius considera excepcionales, siembran el resquemor en el poeta polaco. Porque se quiere ir el veterano soldado, de profesión arquitecto, tiene que esconder algún crimen de guerra? No sabemos si el encuentro de Curtius fue real o imaginario. La fecha, 1947, es quizá un poco temprana cuando ahora sabemos que los soldados prisioneros de los aliados occidentales estuvieron presos hasta 1948, los que acabaron en manos soviéticas no volvieron hasta mitad de los años cincuenta. Pero porque tenía que esconder el soldado algo oscuro, y no estar simplemente asqueado de la guerra en un país destruido? No tenemos noticias que fuese un oficial de las SS temeroso de que le acusaran de crímenes de guerra o contra la humanidad. Pero el recelo de Zagajerwski vuelve a estar presente.

El capítulo Insistencia y Brillantez, quizá el más emotivo, se lo dedica al escritor y pintor Jósez Czapski, polaco de origen aristocrático al que conoció en París cuando tenía 87 años, algunos antes de morir y ya no podía subirse en su viejo ciclomotor. Lo califica como un hombre bondadoso y bueno, amigo fiel de los que habían sobrevivido a la tragedia que arrastro a la Europa Central desde la Primera Guerra Mundial a través de la ocupación alemana y luego soviética. Zagajerwski lo describe ya anciano y melancólico, pero todavía con una voraz curiosidad en el conocimiento, sereno, reflexivo, amable e inteligente. Los adjetivos no parecen hablar de un ser humano, o es posible que alguien así existiera hoy en día? Prisionero soviético que se salvo de la matanza de Katyn, vivió sus años de cautiverio en el Gulag dando conferencias sobre la obra de Marcel Proust. Aún así hacia el final de su vida señalaba de forma humilde sus dudas y su desconocimiento de muchas cosas de las que otros muchos presumen. Pero no los hacia por ignorancia, sino como una actitud cultural, un estado intelectual.

Al hablar de la remembranza, de la memoria y el recuerdo, de su admirado Zbigniew Herbert, de la ligera apertura del año 56, de cuando todavía jóvenes viajaban al Berlín de finales de los sesenta, es evidente el cariño que Zagajerwski tiene por su tierra y por los suyos. Su vida actual en América parece circunstancial, su recuerdo permanente es su Centroeuropra y las potentes imágenes del pasado. Esa idea de pertenencia que en la actualidad nos parece tan extraña y remota.

Antonio Muñoz Molina recientemente hacia en Babelia una interesante reflexión sobre Zagajerwski en un articulo titulado “Solo el Fervor”. Pau.