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Diez días que sacudieron el mundo. John Reed. 2017

OMAU - Málaga

Cultura


Diez días que sacudieron el mundo. John Reed. 2017

El 7 de noviembre se cumplen 100 años ( el 25 de octubre en el calendario ruso de la época) de la toma del poder del partido bolchevique a través del Soviet de Petrogrado contra el Gobierno Provisional del socialista Kerensky. John Reed periodista y socialista norteamericano que antes de cubrir en Rusia la Primera Guerra Mundial había estado siguiendo a Pancho Villa en sus intervenciones en el norte de México, escribió posiblemente el libro más cercano a aquellos días en los que una parte del partido bolchevique trataba de tomar el poder al considerar al Gobierno Provisional incapaz de hacer frente a los enormes problemas que agobiaban a la población rusa después de 3 años de guerra.

Reed señalaba en el libro original, y lo vuelve a realizar ahora en una versión muy cuidada de Capitán Swing y Nordicalibros, que como periodista trataba de describir los acontecimientos de la forma más objetiva posible, aunque no disimulaba sus simpatías por el partido bolchevique. Reed que murió poco después, en 1919, por tifus, describe de forma apasionada lo que sin duda debieron ser días agitados en la entonces capital rusa. Sin embargo describe con bastante detalle a los principales personajes de aquellos acontecimientos, y no se muerde la lengua al poner en boca de Lenin actitudes demagógicas y poco democráticas, no solo con los partidos reunidos en el Gobierno Provisional, sino también en relación a su propio partido Bolchevique, en el que en ocasiones se impone a opiniones mayoritarias de Zimonev y Kamenev a través del dirigismo del comité central, lo que luego sería considerada una forma habitual de actuación ‘leninista’.

Realmente los documentos que se han ido publicando desde el colapso de la URSS, curiosamente no todos son todavía públicos, han mostrado cómo fueron aquellos momentos históricos, en los que caben destacar entre otros aspectos que la insurrección de los Soviets no fue tal como la historia popular la ha trasmitido, y la política seguida por los bolcheviques de desacuerdo continuo con los demás partidos de la oposición de izquierdas ya desde los primeros años del siglo XX, que fueron más virulentos desde la caída del Zar en febrero de 1997. Solo entre ese mes y octubre emprendieron tres intentos de insurrección, fallidos los dos primeros y acertado el tercero, aunque de una manera difuminada hasta prácticamente los primeros meses de 1918, cuando era ya conocido que la toma del poder no era de los Soviets sino del partido bolchevique, que estaba dispuesto a utilizar la violencia extrema para seguir en el poder de partido único, nueva modalidad política que seguirían poco después en Italia (innovación que Curzio Malaparte siguió con detalle como las características modernas del golpe de estado bolchevique), luego en Alemania y otros países europeos como España.

A diferencia de la halografía soviética, cuya mejor imagen es el magistral film “octubre” de Sergei Einsestein ( 1927), o el propio libro de Reed, no hubo miles de insurrectos que tomaron a las armas el Palacio de Invierno ( L’Hermitage) a las órdenes de Lenin. Los largos meses desde la caída del Zar y la enorme depresión económica y social de Rusia había logrado cada vez un mayor desprestigio del Gobierno Provisional del socialista Kerenski. Ello y las intentonas fallidas de insurrección bolchevique de abril y julio, cortadas por la intervenciones de las fuerzas leales al gobierno, habían creado un ambiente de desolación y dejadez, ante lo que la intentona final bolchevique tuvo poca respuesta. Como en lo que luego serían prototipos de  golpes de estado clásicos, cortando varias comunicaciones y tomando militarmente lugares estratégicos, el Gobierno Provisional se deshizo como un azucarillo. Los propios socialistas revolucionarios, partido hegemónico en el gobierno y que también ganaría las elecciones de noviembre, fue en ambos casos incapaz de hacerse respetar y recurrir al uso de la fuerza que los propios Soviets le ofrecieron con la excusa de evitar una guerra civil que finalmente estallaría poco después.

“Todo el poder para los Soviets” lema básico para el partido bolchevique fue otra manera que también se haría clásica de ocultamiento y manipulación. De hecho el Sóviet era una forma de organización de trabajadores y soldados iniciada en los tiempos revolucionarios de principio de siglo. Después de la caída del Zar en febrero de 2017 ejercía de gobierno paralelo y complementario del gobierno de Kerenski. Como el gobierno del primer ministro el Sóviet tenía una mayoría de miembros del partido socialista revolucionario y del partido menchevique, siendo los bolcheviques una minoría. Esa es una de las razones de las fallidas insurrecciones impulsadas por Lenin. Su estrategia en su última intentona fue convocar un congreso únicamente de los Soviets cercanos políticamente de forma que su inauguración coincidiera con el punch al Gobierno Provisional. De hecho el 27 de octubre/ 7 de noviembre en el calendario occidental, se tuvo que retrasar varias horas la inauguración del Congreso de los Sóviets a la espera de la confirmación del éxito del golpe. Posiblemente un gran número de los Sóviets que acudieron al congreso ignoraban la insurrección bolchevique, aunque en el ambiente de degradación política del momento era esperada de un momento a otro como continuación de las tentativas anteriores. Kerenski salió del Palacio y se acercó al frente a buscar Fuerzas Armadas que respaldarán al Gobierno Provisional, pero la desgana y el derrotismo del ejército frustró la respuesta.


Ante las acusaciones de que el golpe bolchevique se había anticipado a la voluntad del congreso nacional de los Sóviets previsto precisamente para ese mismo día, Trosky respondió que efectivamente la sublevación de los obreros y soldados de Petrogrado era superior a la voluntad del congreso, negándole cualquier importancia a este órgano de gobierno ruso (Lenin, como en la mayor parte de las intentonas golpistas había estado ausente, también lo había estado en febrero). La proclama del comité revolucionario militar del día siguiente, 8 de noviembre, hace un durísimo llamamiento a considerar inmediatamente enemigos de la revolución a  los que discrepen de su llamamiento, amenazando de castigos rigurosos y arrestos a quien obre en contra, otra característica clásica de un golpe de estado. Aunque su lectura hoy en dia no es digerible, tampoco lo debió ser en su momento por los subterfugios que tuvieron que utilizar los bolcheviques y por la oposición que generaron.

Este 100 aniversario posibilita tambien la reconsideración de lo que ha supuesto la revolución rusa en sus setenta años de existencia, en la proyección que origino en la calidad de vida de los ciudadanos, bastante inferior a la de los ciudadanos occidentales, y la repercusión que tuvo en muchos otros países, desde China a Cuba, pasando por el centro y este europeo que no se libraron de una pesadilla gigante entre la Primera Guerra Mundial, la ocupación alemana, la sovietica y la actual de regímenes populistas de sospechosas tendencias autoritarias.

Si el Gobierno Provisional del socialdemócrata Kerensky hubiese sobrevivido a la insurrección armada, si no hubiese habido una guerra civil, si la polarización de los años treinta no se hubiese producido y por tanto la Segunda Guerra Mundial, Rusia tendría un mejor nivel de vida que hoy en día, y menos recuerdos sombríos? Los más de cinco millones de muertos de la guerra civil, la hambruna del Volga de los años treinta con más de 10 millones de fallecidos, los más de 25 millones en la Segunda Guerra Mundial, los incontables muertos de las purgas y el Gulag, adonde llevo todo este sufrimiento? La nueva edición del libro y el propio aniversario de la Revolución es también una ocasión para repasar lo que sucedió aquellos días y que años después generó la URSS y la primera experiencia del llamado ‘socialismo real’ que colapsó en 1991.

La historia, su dialéctica, avanza de forma compleja en función de multiples factores, pero es interesante observar la contribución de determinadas personas que tuvieron un peso decisivo en acontecimientos que todos conocemos. Si la operación Walkirya del 20 de julio de 1944 hubiese terminado con la vida de Hitler, con muchas probabilidades la guerra hubiese terminado 9 meses antes y la destrucción de ciudades y la pérdida de vidas hubiese sido mucho menor. A veces un exceso de determinismo económico muestra que el signo de la historia apenas se tuerce por la intervenciones individuales, pero no es así.

En el caso de Lenin, sus características personales y psicológicas ayudan a comprender su carácter duro, su enemistad con los pactos o acuerdos políticos y la soledad que le acompaño su vida donde vivió continuas luchas y rupturas con su compañeros o amigos. Que el fin justifica los medios debía de ser uno de sus principales principios. Desde antes de la revolución de 1905 las disputas, desavenencias y falta de empatía  en el partido obrero socialista de Lenin con la faccion menchevique eran continuas. Su intransigencia en llegar a acuerdos se vio radicalizada despues del fracaso de la revolución con sus ataques al resto de las facciones del partido socialista y contra el propio Trotski al que tildaba de ser peor que los bogdanovistas y mencheviques juntos.

Las continuas acusaciones contra los revisionistas  “pusilánimes” y ´liquidacionistas” le llevo no solo a continuas escisiones políticas, sino incluso a reprimendas del Buró Socialista Internacional que le negó en varias ocasiones fondos económicos de los que era depositario por su continuos enfrentamientos y descalificaciones con los otros partidos o facciones socialistas. Nunca se retractaba, ni escuchaba, ni transigía. Era propenso a ofender y a ofenderse, y se mostraba exageradamente crítico con todo el mundo, menos consigo mismo.

Ajeno a la realidad rusa desde su casa de Ginebra, le supuso una sorpresa la revolución de febrero de 2017 y la caída del Zar. No tenia apenas contactos con los grupos políticos que provocaron la caída de Nicolas, particularmente los socialistas revolucionarios encabezados por el presidente del Gobierno Provisional Kerensky. Sin embargo ajeno a la realidad, como un iluminado (su fanatismo visionario lo comparaba J. M Keynes con Mahoma) regreso a Rusia exponiendo las Tesis de Abril, en las que se negaba a negociar nada que no estuviese en su programa. Ni reconocia al Gobierno Provisional de `chovinistas revolucionarios´, ni estaba dispuesto a tolerar un gobierno que no fuera el de los Soviets.

Poco antes de morir asesinada en Berlín junto con Karl Liebknecht,  Rosa Luxemburgo que venia mostrando su preocupación por la derrota autoritaria del gobierno de Lenin señalaba “la libertad solo para los partidarios del gobierno, solo para los partidarios de un partido, no es libertad en absoluto. La libertad es siempre y exclusivamente libertad para quien piensa de manera diferente” (la revolución rusa, 1918), comentario que marca una diferencia sustancial entre el socialismo derivado de Marx y el ejemplo pluripartidista de la Comuna de Paris de 1871, y el autoritarismo leninista que hunde posiblemente sus raíces en las ancentrales formas de poder eurasiáticas como ya señalaba Rudolf Baro en “La alternativa” visión critica del socialismo real dentro de la RDA años antes de la caída del Muro. Kautsky, en quien se personaliza la socialdemocracia histórica, acusaba sin tapujos de totalitario al régimen instaurado en Rusia y al pensamiento visionario de Lenin en “estado y revolución” (1917). El socialista alemán señala en “la dictadura del proletariado” (1919) y en  “terrorismo y comunismo” (1920)   que “la profunda adversión de Lenin y lo suyos a la democracia residía en que nunca habían ganado unas elecciones, ni siquiera las de la Asamblea Constituyente Rusa de noviembre de 2017. Lenin se revuelve y con su famosa palabrería señala a Kautsky “lacayo de la burguesía”, ademas de otros muchos insultos en “la revolución rusa y el renegado Kautsky” (1922). Años despues y poco antes de morir, el discípulo de Engels a quien conoció en 1890,  volvería a criticar la deriva autoritaria con “marxismo y comunismo, democracia y dictadura” (1934).

Los planteamientos de Lenin hubiesen pasado desapercibidos si la situación de Rusia no se hubiese degradado tan rápidamente con una situación bélica perdida contra Alemania, y un descontento general generalizado por la falta de alimentos básicos. Este malestar fue el caldo de cultivo de la propagación de las ideas leninistas, especialmente entre las tropas que volvían del frente. Las amenazas de insurrección llegaron a tal punto en el verano de 2017, que el Gobierno Provisional del socialista Kerensky, ‘calificado como traidor al marxismo y cómplice de la burguesia’ dio ordenes de arrestar a Lenin y a la mayor parte de los miembros del comité central después del intento de insurrección de abril y julio. Lenin mostró de nuevo una gran habilidad para escabullirse de la primera fila y escapar.

Huido de nuevo a Finlandia, aprovecho la clandestinidad para avanzar en ‘el estado y la revolución`, uno de sus libros más conocidos, donde teoriza sobre la toma del poder por parte de los Soviets, situación que haría efectiva en poco tiempo mediante maniobras entre sus propios compañeros bolcheviques, cuya mayoría no era partidaria de la insurreción, y menos si no se contaba con el resto de partidos de izquierda. A él no le importaba, lo que Carlos Marx considera como parte de la historia, la violencia, Lenin la considera como una herramienta propicia para impulsar la guerra civil como un acelerador de los acontecimientos. Desprecia la falta de arrojo bélico de la Comuna de Paris, aunque sus opiniones como las de otro Marx (Groucho) pueden ser cambiantes ante “las razones objetivas” de cada momento. Así cambio su belicismo impenitente por la causa de la paz, alentado por los alemanes que le financiaron y le transportaron en el el famoso tren blindado hasta Finlandia (lo que le acarrearía sarcásticas criticas y acusaciones de traición a Rusia de la izquierda socialista rusa). Lo que era vital para impulsar la revolución ya no era necesario, y se convirtió en un consumado pacifista para cerrar la guerra con Alemania a cambio de grandes concesiones territoriales. No le importaba, cuando las condiciones objetivas cambiaran, iniciaría otra guerra civil como así ocurrió poco despues. De esta manera los medios se adecuan a un fin determinado. “En una guerra civil no hay prisioneros, es una guerra de exterminio” decía.

Su visión de la violencia no era algo nuevo, ya antes del intento revolucionario de 1905 señalaba en “un paso adelante, dos pasos a tras” (1904) la necesidad de imponer un “poder incontestable” en forma de dictadura “científica” cuyas características se reflejan en “una autoridad que no se encuentre limitada por la ley, y que se ejerce sin restricción alguna por normas de ningún tipo y que se basa directamente en la fuerza”. El proyecto totalitario se señalaba claramente y no se desvió un milímetro para hacerlo realidad.

Ajeno a las opiniones de sus compañeros y de las advertencias del gobierno provisional, logra realizar tomar el Palacio de Invierno, cuidando de retrasar por medio de artimañas el Congreso de los Soviets unas horas para que su toma del poder fuese un hecho consumado.Las tres primeras acciones de Gobierno atendían a la negociacion de la paz con el Reich Alemán ( como forma de contentar a las descontentas tropas), abolir la propiedad de la tierra sin indemnización (aspecto sacado del programa de los socialistas de izquierda y que por otra parte era una situación de hecho en muchos lugares de Rusia) y constituir un nuevo gobierno denominado Consejo de Comisarios del Pueblo, presidido por el y con todos los miembros procedentes del partido bolchevique.

Intransigente antes las demandas de otros partidos de izquierda, estuvo a punto de causar otra nueva excisión al no atender las demandas de otros bolcheviques de formalizar acuerdos con otras fuerzas de izquierda. Tanto el Consejo de Comisarios del Pueblo, como el propio Sóviet de Petrogrado eran una simulación ya que el partido bolchevique, incluso una sola parte de su comité central era el que gobernaba.

Con el poder asumido y extendido en duras luchas a Moscu y resto de Rusia, se celebran elecciones a la Asamblea Constituyente en las que los bolcheviques obtienen el 22% de los votos, muy por debajo del partido socialista revolucionario que tiene el 46%. Dos meses después y después de una campaña de desprestigio de la nueva institución, a la que Lenin requería subsidiaria del poder sovietico, se  constituyo la Asamblea donde el partido socialista revolucionario obtuvo la presidencia frente al candidato bolchevique. Después de una larga jornada en que la mayoría aprobó nuevas leyes y propuestas frente a la minoría bolchevique (entre ellas no reconocer la supremacía del gobierno de los Soviets respecto al Parlamento), los diputados se retiraron ya de madrugada para descansar y continuar al día siguiente. Nunca mas volvieron a reunirse ya que el gobierno presidido por Lenin disolvió al día siguiente la Asamblea. Como ya había afirmado en 1908 después del fracaso de la revolución de 1905, la gravedad de la situación que daba comienzo a la guerra civil, obligaba al uso ilimitado de la fuerza antes que las propias leyes. Nuevamente el fin justificaba los medios.

Delicado de salud, se relajaba en compañía de su madre, sus hermanas y su propia mujer, lo que si no fuera una parodia de la analítica freudiana seguramente arrojaría mucha tinta, al igual que su permanente aislamiento no solo del moviendo socialista internacional, de la ‘academia socialista’, sino también de sus propios compatriotas con los que a menudo discutía con fiereza, provocando continuas escisiones, que con el paso del tiempo sería una costumbre de la izquierda llamada comunista hasta nuestros días. Las descalificaciones de socialtraidores, oportunistas y servidores de la derecha reaccionaria son calificativos que desde la transición española hasta la actualidad se han usado con cierta habitualidad.

Más allá de su perfil psicoanalítico, la curiosidad por este hombre se refiere a las razones por las que siempre estaba encendido, porque no admitía otras opiniones, por su soledad que le mantuvo fuera de sitio en los momentos culminantes de las revoluciones de 1905, de febrero de 1917, y la suya propia de octubre a la que casi llega tarde. Solo al final de su vida, ya sometido en una silla de ruedas, mostró signos de prudencia e incluso de temeridad antes los resultados tan negativos y erróneos de su política económica, con un cambio de recorrido hacia la NEP, y sobre todo ante las actitudes de Stalin que anunciaban lo que faltaba por venir. Acusador irredento de lo que consideraba traidores y revisionistas, no hacia malos gestos hacia la colaboración alemana que le llevó a Rusia para incorporarse a la revolución de febrero que fatalmente se había desarrollado sin su concurso y además de forma bastante pacífica.

John Reed quizá no podía saber lo que hoy conocemos, y tampoco desde hace mucho tiempo, su libro está contagiado por la novedad y el delirio revolucionario, que tampoco pudo apreciar en su contexto por su rápido fallecimiento. El propio libro en su publicación rusa sería objeto de censuras varias, ya que algunas declaraciones y proclamas son de una violencia considerable, que años después quizá no eran muy digeribles, al igual que la constante presencia de Trosky cuya imagen fue diluida por el stalinismo. Nicolas Maquiavelo, principe de la concordia que contradice el adjetivo de su apellido señalaba: “Nada de imaginar paraísos. Lo que hay que hacer es conocer los caminos que conducen al infierno para evitarlos”. Bujarin.

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