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A finales de enero. Javier Padilla. ebook. Tusquets. Barcelona. 2019

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A finales de enero. Javier Padilla. ebook. Tusquets. Barcelona. 2019

Interesante y conmovedor relato de investigación histórica que mereció el XXXI Premio Comillas, y que narra la durísima vida en Lola González, malherida en la Matanza de Atocha de enero de 1977, donde con 28 años perdió a su marido Javier Sauquillo, justo ocho años después de que Enrique Ruano, su entonces novio, fuera asesinado por la policía política de la dictadura franquista.

El libro de Padilla se remonta a la célebre fotografía que muestra la portada, donde los tres jóvenes amigos pasean sonrientes por Madrid ajenos a las tragedias que les acompañarían en sus vidas. Es una historia de amores humanos malogrados, y de una frustración política que representó la transición democrática, que no fue tan ejemplar como se ha querido contar por parte de lo que Dolores González hubiese considerado los “poderes facticos”.

Militantes del FLP en una universidad convulsa de finales de los sesenta, Padilla muestra los debates idealistas que entonces eran practica común de algunos estudiantes que hicieron de la lucha contra la dictadura un modo de vida que se extendería hasta poco después de la muerte del dictador.

Aunque el PCE era el partido dominante en la universidad, tanto el FLP como otros grupos de izquierda maoísta o trotskista mantenían sus recelos con el partido comunista, en parte por su vinculación estalinista de gran parte de su comité central, y en parte por considerarlo un partido pactista y no revolucionario. Sin embargo, el FLP se diluyo a partir de 1969, rápidamente como un azucarillo, y una gran parte de su militancia acabaría en el PCE, y posteriormente en el PSOE.

Padilla se pregunta como se consideraría el lector del libro en la universidad de Madrid (o de otro lugar) a finales de los sesenta.  Considera que la mayoría hubiese sido “apolítico”, indiferente a la dictadura franquista, aunque hoy en día no le gustaría verse con esa etiqueta, aunque ciertamente esa era la realidad. Una segunda opción del lector hubiese sido una calificación de liberal, democratacristiano o socialdemócrata contenido con riesgos moderados en sus acciones. Por último, la opción más minoritaria fue la militancia en partidos de orientación comunista, dispuestos a cambiar de forma radical el régimen franquista, en la que se podían encuadrar los protagonistas del libro.

El asesinato de Atocha, mucho más conocido que el asesinato de Ruano, conmociono al país un mes de enero de 1977, con el asesinato de cinco miembros de un despacho laboralista cuya titular era Manuela Carmena, y en el que murió Javier Sauquillo, quedando malherida Lola González, entonces su mujer. En poco tiempo de los tres amigos originales, dos habían muerto, y Dolores señalaría con el tiempo como recoge el inicio del libro: “Me resigno a decir que soy una victima de Atocha, aunque incluso yo misma me rebelo contra eso. A que se me conozca como personaje público por esa cosa. Fue una inutilidad, fue una gran desgracia que acelero el proceso. Esa es mi gran desgracia, que por que tengo que estar yo en medio siempre para que se aceleren las cosas. ¿Comprende? Yo no me siento una heroína, soy una victima. Tendrás que estar ahí conmigo, que soy una victima”

El punto central del libro, además de Dolores, es el asesinato inicial de Enrique Ruano, y sobre todo el comportamiento absolutamente mezquino del periódico ABC y su director de entonces, Luca de Tena, al manipular una información médica de carácter privado del joven militante del FLP, y hacerla pública por presiones directas de Manuel Fraga, entonces Ministro de Turismo de la dictadura y posteriormente uno de los “padres” de la constitución y fundador de Alianza Popular.

Ahora que las cloacas del estado vuelven a estar presentes sin que tampoco suponga una situación excesivamente preocupante en la vida política y social de este país, el libro muestra los interiores de una dictadura siniestra que quedaron a relucir en 1996 cuando se reabrió el sumario y salieron a la luz las manipulaciones informativas, las historias falsas que recreaba la prensa por sí misma, a instancia policial o de oscuros intereses. Nada nuevo en los falsos rumores deslizados hoy en día por internet o las redes sociales. La difamación es una barata forma de eliminar personas o situaciones molestas para la gente sin escrúpulos.

Para los amigos de Ruano y sobre todo para su familia, el duro golpe de la muerte de Enrique, a su desconsolada desaparición, siguió la campaña mediática de mentiras y calumnias de la prensa, encabezada por el citado ABC. Los libros de ejercicio de estilo no eran frecuentes en esa época como tampoco lo son en la actualidad. Basta mirar a una unánime campaña de prensa de prevención de Podemos que se vivió en el entorno de 2016, donde El País (con Antonio Elorza, antiguo militante del PCE, lo que son las cosas, ejerciendo de punta de lanza) se convirtió el abanderado del desprestigio de la nueva formación política, como nunca antes, ni con el Partido Comunista en la Transición, se habían enconado los medios de comunicación. Los posteriores errores de Podemos, clásicos por otra parte en la izquierda radical, debieron tranquilizar al “establishment” ante la posibilidad que lo que no se había producido en 1976, pudiera hacerse realidad a raíz del 15 M y la recesión económica.

Dolores González, tal como la describe Padilla, recuerda a algunas militantes de izquierda en la época anterior a la muerte de Franco, que pusieron toda su voluntad y en muchos casos medios económicos (dinero o joyas para ayudar a la financiación del partido) para contribuir a un cambio revolucionario, y ante la frustración de lo que no pudo ser ( lo que no puede ser no puede ser y además es imposible señalaba Rafael el Guerra, torero de la época clásica), se quedaron perdidas en el limbo del tiempo.

En el caso de Dolores González no podemos saber su evolución personal si no hubiese sido objeto de un destino tan cruel, que sin duda la dejó afectada para los cuarenta años que le quedaban por vivir hasta su muerte en 2016. Su idea radical del FLP se mantuvo contante incluso después de su entrada en el PCE y hasta su muerte. Sus resquemores a como trató Santiago Carrillo la Matanza de Atocha para hacer evidente la necesidad de legalización del Partido Comunista, le producía repugnancia. Como el asesinato de sus compañeros había posibilitado “quemar etapas” era una de sus reflexiones más amargas.

Idealista como muchos jóvenes de su época, no pudo asimilar el simulacro que supone la política, y tampoco opto, como otros amigos y amigas suyas (Carmena, Almeida) por compatibilizar acciones políticas “posibilitas”, y tratar de equilibrar su vida. Al final gano la estupidez y la mediocridad.

El libro de Padilla es también una reflexión de la historia de la oposición al franquismo como la historia de un fracaso donde el dictador murió en la cama tranquilamente después de 40 años, sin que las convocatorias de huelgas generales revolucionarias le molestaran lo más mínimo. Al final, como señalaba Lampedusa, todo tiene que cambiar para que todo siga igual.

No es necesario cuestionar la transición todos los días, posiblemente, y desafortunadamente no había otro camino, pero tampoco hay situarla como un logro hercúleo. Entre 1975 y 1982 hubo 504 victimas mortales según señalan las fuentes de Padilla, cerca de 3.000 personas hospitalizadas. La transición en ese sentido fue de las más violentas producidas en esa época, Grecia, Portugal, o los países del Este, solo superada por la violencia en Rumania.

Dolores murió en otro mes de enero de 2015 a los 68 años, aunque no está claros los motivos médicos, es muy posible que se fuera dejando morir en silencio. Conozco bien ese procedimiento. Un poema, “Despedida”, de la escritora uruguaya Ida Vitale, me recuerda a esa mujer joven, cándida y semisonriente de la fotografía de 1968, que luego sufrió tanto:

La piel no dijo adiós;
La mano fue a negar el vacío,
La mirada siguió mirando,
Quiso argüir
Desesperadamente.
Fue la alondra
O que pájaro siniestro.
Algo grito muy lejos de nosotros
Y se partió la tierra
En dos mitades.

         M4

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